El suelo es la piel viva de la tierra. Soporta la vida terrestre proporcionando el espacio físico y manteniendo el reciclaje de nutrientes y minerales en un ciclo constante de alta eficiencia: todo lo que entra sale transformado en nuevas formas de vida, al mismo tiempo puede eliminar contaminantes y contener a una diversidad inmensa de especies.

La compleja maquinaria del suelo se encuentra establecida sobre las bases que sienta la relación entre la materia orgánica (todo lo que alguna vez estuvo vivo) y los minerales provenientes de las rocas de los lechos más profundos. Esta relación existe debido a los intermediarios: la microbiota, se compone principalmente por bacterias, hongos, protozoos y actinomicetos, todos ellos con una gran importancia en los procesos formadores del suelo y en la descomposición de la materia orgánica.

La capa de tierra negra sobre la que sembramos nuestra comida, eso es lo que conocemos como suelo. Es el resultado de un proceso de maduración en el que mejoró sus capacidades de retención y de transporte de elementos, su estructura física y su riqueza de minerales, al mismo tiempo incrementó sus poblaciones y su diversidad.
Construir el suelo es fundamental para asegurar que este recurso se renueve a si mismo y podamos trabajar en cooperación con él y todos sus habitantes sembrando comida que nutre nuestro cuerpo y nuestra vida.